‘Estado eléctrico’, la superproducción más cara y catastrófica de Netflix
Se ha estrenado en la plataforma de ‘streaming’ el nuevo trabajo de los hermanos Russo, que demuestran que más allá del Universo Marvel tienen poco que aportar.
Si por algo se puede definir este último decenio es por la habilidad que ha tenido Hollywood a la hora de malograr el talento de toda una generación de cineastas surgidos dentro del cine independiente. Su captación a través de las franquicias de Marvel o Star Wars los ha convertido en meras marionetas del ‘establishment’ sin ninguna personalidad ni atisbo de esa originalidad que alguna vez pudieron tener en sus inicios.
Este ha sido el caso de los hermanos Russo, Anthony Russo y Joe Russo, que debutaron con Bienvenidos a Collinwood —una comedia negra ‘maja’ que era un ‘remake’ de Rufufú— y que continuaron durante un tiempo por el sendero de las risas ligeras, como se pudo comprobar en Tú, yo y ahora... Dupree. Así estuvieron un tiempo, dirigiendo algunas series hasta que, de repente, en 2014 firmaron Capitán América: El soldado de invierno.
Los Russo se introdujeron en el Universo Marvel con buen pie, a través de una película que parecía que iba a constituir un cambio más adulto dentro del patrón que se había establecido. Pero todo fue un espejismo y, a partir de entonces, se dejaron devorar por la maquinaria del cine espectáculo desaforado.
Los hermanos Russo más allá del Universo Marvel
¿Engulló Marvel a los Russo o los Russo tampoco es que tuvieran mucho más que aportar que estar al servicio de Marvel? Y es que, más allá de los ‘blockbuster’ con los que alcanzaron la gloria, Capitan América: Civil War, Vengadores: Infinity War y Vengadores: Endgame, ¿qué han demostrado más allá de ser expertos en generar eventos mastodónticos para los fans?
Más allá de la franquicia, escribieron la historia de Tyler Rake a partir de una novela gráfica, destrozaron el libro de Nico Walker en Cherry y han hecho para Netflix dos películas que, si no hubieran existido, nadie las hubiera echado de menos. La primera fue El agente invisible, un thriller de espionaje estrepitoso protagonizado por Chris Evans, Ryan Gosling y Ana de Armas. La segunda ha sido Estado eléctrico, otra adaptación, en este caso de la novela de ciencia ficción futurista de Simon Stålenhag y que tiene al frente del reparto a Millie Bobby Brown (abonada de por vida a la plataforma que le dio la fama con Stranger Things) y un cada vez más invisible y descafeinado Chris Pratt.
La película ha llegado precedida por varias cuestiones: ser la producción más cara de Netflix y haber tenido un rodaje salpicado de polémicas, entre ellas la muerte de uno de los miembros del equipo. Más allá de controversias, el resultado de Estado eléctrico es calamitoso, lo que da que pensar sobre esa ingente cantidad de dinero, más de 300 millones de dólares que se han invertido en hacer un subproducto tedioso, sin ideas, en el que los personajes humanos resultan antipáticos y en el que nada tiene prácticamente ningún sentido.
Fuente: INFOBAE