El plato de comida a $2.000: Así funciona "El Fogoncito", la cocina colectiva de Santa Ana
Nacido del compromiso de TUCMA con las familias más vulnerables, "El Fogoncito" es un programa comunitario que lleva años sosteniendo algo tan esencial como olvidado: el derecho a comer.
En tiempos donde el precio de un almuerzo puede convertirse en una preocupación diaria, en Santa Ana hay un fuego que sigue encendido. Se llama El Fogoncito, y más que un dispositivo alimentario, es un gesto cotidiano de dignidad compartida. Nacido del compromiso de TUCMA con las familias más vulnerables, este programa comunitario lleva años sosteniendo algo tan esencial como olvidado: el derecho a comer.
Anabella Ruiz, encargada de esta iniciativa, lo dice con sencillez, pero con el peso de quien conoce la realidad de primera mano:
"Esto surgió con el fin de que, en momentos de crisis como ahora, las familias puedan acceder a un plato de comida al más bajo costo. Que nadie se acueste sin comer, que todos podamos sentarnos en la mesa con algo para compartir".
Detrás de esa frase hay una red de trabajo silencioso y persistente. Anabella forma parte de un equipo de nueve personas —ocho mujeres y un varón— que se turnan entre lunes y viernes para sostener la cocina comunitaria. Cada día, desde las 9:00 hasta las 12:30, El Fogoncito ofrece almuerzos que alimentan cuerpos y también esperanzas: guisos de fideos y arroz, tartas caseras, sfijas, polenta con salsa, pizzas y empanadas. Platos humildes, sí, pero preparados con el cuidado de quien sabe que, para muchas familias, será la única comida caliente del día.
Los recursos son limitados, pero administrados con creatividad y compromiso. Lo que cada vecino paga por semana —una suma mínima en comparación con el costo real de cualquier almuerzo en la calle— se utiliza para comprar leña, gas e insumos. Algunas comidas se cocinan en horno a leña, otras con gas. No sobra nada, pero alcanza gracias a la solidaridad.
"Hoy, dos mil pesos no te alcanzan para mucho. "Acá, con ese valor diario, damos de comer toda una semana", cuenta Anabella con esa mezcla de orgullo y humildad que solo el trabajo comunitario puede sostener.
El Fogoncito no es caridad: es organización. No es un parche, es un programa pensado, sostenido y mejorado por la comunidad para la comunidad. Promovido por TUCMA desde hace años, simboliza una forma distinta de hacer política social: desde abajo, desde el barrio, desde la olla compartida.
En un país donde la incertidumbre económica se siente hasta en la cocina, experiencias como esta nos recuerdan que la dignidad también se construye con un cucharón en la mano, una olla en el fuego y el corazón puesto en el otro. En Santa Ana, El Fogoncito no solo cocina comida: cocina futuro.
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