Cuando te dejen tirado

Por Emilio Pauselli

27/10/2021Hernan GordilloHernan Gordillo
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Hay países que cuentan con sistemas de previsión para la vejez de carácter universal desde hace muchos años, como la Argentina, y otros de muy reciente data, como Venezuela. Algunos cuentan con ese dispositivo para una parte de la sociedad, como ocurre con las fuerzas armadas en Chile, pero no para el resto de la población.

La compleja realidad de los sistemas previsionales hace olvidar la razón por la que fueron creados, que no ha sido otra que garantizar medios de vida para las personas una vez que se retiran del mercado de trabajo.

Algunos genios de las matemáticas explican que hay que abandonar la universalidad de la prestación porque el sistema “está quebrado”: los aportes de los trabajadores activos no alcanzan para retribuir con un ingreso razonable a los retirados.

Ante esta realidad, los menos creativos proponen aumentar la edad de retiro, argumentando que se ha modificado el concepto de vejez. No caen en la cuenta del terrible impacto social que esa medida implica, ya que lo que les dice a millones de jóvenes que aspiran a ingresar al mercado de trabajo es que deberán seguir esperando durante varios años para lograrlo.

Almas menos impresionables proponen, sencillamente, que la previsión para la vejez pase de ser un problema social a ser un problema individual: la famosa “jubilación privada”. Cada uno ahorra lo que puede –el que no puede, qué pena, lo siento– y al momento de retirarse tendrá… ¿qué tendrá? Bueno, es difícil de saber: deberá estar atento a los vaivenes del mercado financiero, observar en qué medida sus ahorros pudieron mantener su valor y cruzar los dedos para que el aumento en la expectativa de vida no encarezca excesivamente el valor del seguro que podrá comprar con ellos.

Todo esto constituye, en realidad, un gran equívoco. Lo que se discute no tiene nada que ver con lo que hay que decidir. La verdadera discusión es qué quiere hacer cada sociedad con sus mayores. Las posibilidades son tres: no hacer nada, ofrecerle algunos servicios o ingresos precarios –esta es la situación en la Argentina para la inmensa mayoría de los jubilados– o, en tercer lugar, proveerle servicios e ingresos para que tengan una digna vejez.

En una sociedad de pleno empleo pareció un buen sistema hacer descansar el ingreso de los retirados en la nómina salarial de los trabajadores activos. Hoy esa sociedad ha llegado a su fin y es necesario imaginar nuevos sistemas.

Los ingresos destinados a la previsión para la vejez han dependido históricamente de aportes de los trabajadores, de los empleadores y de las rentas generales del Estado. Las características de la sociedad actual parecen indicar que las dos primeras fuentes de financiación tenderán a disminuir y la tercera a aumentar, reclamando las consiguientes adecuaciones del sistema impositivo y de los presupuestos públicos.

En estos días, el gobierno de la Argentina tomó una medida a todas luces necesaria: otorgar una jubilación a las personas que se encuentren desempleadas, hayan realizado treinta años de aportes previsionales y les falte menos de cinco años para la edad prevista de retiro.

Se trata de personas que, claro está, no se han retirado del mercado de trabajo, sino que el mercado de trabajo las ha retirado a ellas. Claro que, rápidamente, se escuchan las quejas contra “el populismo que le da plata a la gente sin que haga nada” –como si una vida de trabajo y treinta años de aportes al sistema fueran no hacer nada–, sin reparar en que la medida oficial no se diferencia en nada de los planes de retiro para prejubilables que implementan distintas empresas de primera línea cuando no tienen trabajo para todos sus empleados.

El gobierno ha recorrido la mitad del camino: decidir que las personas mayores deben contar con ingresos. Ahora le falta recorrer la otra mitad: sanear y, cuando haga falta, reformar los sistemas impositivos y las asignaciones presupuestarias para que esa decisión no sea financiada por las personas ya retiradas, bajando el promedio de ingresos de todas ellas.

Resumiendo, la discusión no es cómo adecuar un sistema cuyas bases históricas ya no existen, sino cómo crear uno nuevo que responda al valor que le otorguemos al cuidado de las personas mayores, para que éstas no tengan que repetir, una y otra vez, los versos de Enrique Santos Discépolo: “Cuando te dejen tira´`´ o después de cinchar lo mismo que a mí”.

Como siempre, y una vez más, la discusión que nos debemos no es de medios, sino de fines.

Extraído  del link https://emiliopauselli.com.ar/2021/10/25/cuando-te-dejen-tirado/ 

Octubre, 2021. [email protected]

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