SUBE, Independencia o Metropolitana: un laberinto sin salida para los pasajeros tucumanos

Mientras en San Miguel de Tucumán se consolida el uso exclusivo de la SUBE para líneas urbanas, los usuarios del transporte público siguen enfrentando un sistema fragmentado, costoso y confuso. La falta de una tarjeta única refleja una deuda pendiente con el derecho a un transporte digno.

Actualidad02/05/2025José María MartínJosé María Martín
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Encadenados: Los tucumanos son rehenes de un sistema administrativo ineficiente.

El primero de mayo trajo consigo un cambio definitivo en el transporte urbano de San Miguel de Tucumán: la Tarjeta Ciudadana quedó fuera de circulación y la SUBE pasó a ser la única forma válida de pago en las líneas 1 a la 19. Aunque la medida apunta a la unificación del sistema bajo el paraguas del Sistema Único de Boleto Electrónico (SUBE), la realidad para los usuarios está lejos de ser simple.

Mientras la ciudad capital empuja hacia la digitalización —incluso con la app SUBE Digital como alternativa—, el panorama se complica para quienes necesitan trasladarse entre jurisdicciones. Las líneas interurbanas (líneas 100 a la 143) no aceptan la SUBE. Allí, los usuarios deben usar la Tarjeta Independencia o, en algunos casos, aún pueden utilizar la Tarjeta Metropolitana. Tres tarjetas diferentes para un mismo servicio: viajar.

¿El resultado? Caos, confusión y un sentimiento generalizado de abandono. Muchos trabajadores, estudiantes y jubilados deben cargar con múltiples plásticos, enfrentar precios distintos, buscar puntos de carga específicos y convivir con un sistema que parece diseñado para la burocracia y no para el pasajero. La tan anhelada tarjeta única brilla por su ausencia, mientras la desigualdad en el acceso se acentúa.

El Municipio celebró la entrega gratuita de la SUBE desde diciembre, priorizando sectores vulnerables, estudiantes y empleados municipales. Pero el contraste con la Tarjeta Independencia, que cuesta $3.000, y que aún debe tramitarse en puntos específicos, deja en evidencia un trato desigual y la falta de planificación coordinada entre jurisdicciones.

El transporte público debería ser un derecho garantizado con eficiencia, accesibilidad y equidad. En Tucumán, hoy sigue siendo una odisea cotidiana, donde el pasajero paga no solo con dinero, sino con tiempo, paciencia y frustración.

Una vez más, las promesas de modernización chocan contra la improvisación. Tucumán necesita más que tarjetas nuevas: necesita voluntad política para construir un sistema que piense en la gente y no en el engranaje administrativo. La unificación no es solo tecnológica, es también un gesto de dignidad.

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