Un Cónclave para la Historia: la Iglesia en busca de un Papa de comunión y unidad

Con una misa solemne en San Pedro, presidida por el cardenal decano Giovanni Battista Re, la Iglesia dio inicio al Cónclave que elegirá al sucesor número 267 de Pedro. En un mundo herido por la división, la pobreza espiritual y la crisis de sentido, el nuevo Papa deberá ser más que un pontífice: un símbolo de esperanza y un artesano de la unidad.

Actualidad07/05/2025José María MartínJosé María Martín
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El aire en la Basílica de San Pedro esta mañana no era solo de solemnidad, sino de peso histórico. A las 9 en punto comenzó la misa Pro eligiendo Romano Pontífice, esa ceremonia que marca el inicio de uno de los momentos más significativos del catolicismo: el Cónclave. Presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, la misa fue una mezcla de oración, tradición y llamado urgente a la responsabilidad.

La antífona de entrada no dejó lugar a dudas sobre el tono del momento: “Suscitaré un sacerdote fiel, que obrará según los deseos del corazón de Dios”. Y es que en esta encrucijada de la historia, marcada por guerras visibles e invisibles, por el avance tecnológico que no siempre viene acompañado de un progreso humano y por un secularismo voraz, la Iglesia necesita mucho más que un administrador: necesita un profeta.

Un llamado a la altura del tiempo
El cardenal Re no eludió la magnitud del momento. “Rezamos para que sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan”, afirmó. El suyo no fue un discurso diplomático. Fue una exhortación clara a sus hermanos cardenales, que a las 16:30 se encerrarán en la Capilla Sixtina: dejar de lado intereses personales, mirar más allá de las banderas ideológicas, y elegir con la mente puesta en el Evangelio y el corazón en el pueblo de Dios.

“Que cada uno de ustedes recuerde —parecía decir el decano— que sobre sus hombros recae no solo la elección de un hombre, sino la continuidad viva del ministerio de Pedro, y con ello, una porción del destino de la humanidad”.

El amor como única fuerza transformadora
En un gesto simbólico, el Evangelio fue proclamado en latín, como queriendo fundir el idioma de la tradición con el fuego de un mensaje que no envejece: el mandamiento del amor. Re lo remarcó: “El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo”. Pero no cualquier amor: un amor que se traduce en comunión eclesial, fraternidad universal y entrega hasta el extremo.

El nuevo Papa, sea quien sea, tendrá que reunir en su figura esa paradoja poderosa: la firmeza del dogma y la ternura del Evangelio. La claridad de la doctrina y la compasión del pastor. La continuidad con Pedro y la audacia del apóstol.

Entre nombres y especulaciones, una certeza
Mientras en los medios se multiplican los análisis y pronósticos —¿un Papa asiático?, ¿el decano como figura de equilibrio?, ¿el continuador de las reformas de Francisco?—, en la Capilla Sixtina los frescos de Miguel Ángel recordarán a los electores que esta decisión no es una jugada política. Es un acto sagrado. Y, como dijo el cardenal Re, “no es una simple sucesión de personas, sino el regreso siempre nuevo del apóstol Pedro”.

Elegir al Papa de la comunión no será fácil. Requiere audacia y humildad. Pero sobre todo, fidelidad: al Evangelio, a la historia, y al rostro sufriente de una humanidad que, aún sin saberlo, sigue esperando.

La oración como arma
En este tiempo de espera, donde el mundo observa y los fieles oran, queda una certeza: la Iglesia no elige sola. “Recemos para que Dios conceda a la Iglesia el Papa que mejor sepa despertar las conciencias”, dijo el cardenal Re. Que ese sea también nuestro deseo.

Y que el humo blanco no solo anuncie un nombre. Que anuncie un nuevo comienzo.

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