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Facebook habilitó la posibilidad de publicar de forma anónima en grupos. Lo presentan como una herramienta para cuidar la privacidad, para dar voz a quienes no se animan. Pero cuando nadie da la cara, cuando nadie responde por lo que dice, el daño puede ser profundo. Y, muchas veces, irreversible.
Actualidad16/05/2025
José María Martín
Hay decisiones que parecen pequeñas, técnicas, e incluso progresistas. Una casilla más, un botón, una opción que se activa en segundos: “Publicar de forma anónima”. Pero lo que parece inofensivo puede desatar tormentas.
Porque, seamos sinceros: en una red donde cualquiera puede escribir lo que quiera, ¿qué pasa cuando encima se permite hacerlo sin nombre ni apellido? Pasa lo que ya estamos viendo: rumores que se esparcen como pólvora, ataques solapados, difamaciones disfrazadas de opinión. Pasa que el “anonimato” se transforma en un arma.
La intención, dicen, es buena
Facebook asegura que la función fue pensada para proteger. Para que alguien que sufre violencia, o necesita compartir algo delicado, pueda hablar sin miedo. Y claro, eso suena bien, incluso justo. Pero las redes no se mueven solo por buenas intenciones. Se mueven por impulsos, por pasiones, a veces por resentimientos.
Y cuando alguien daña desde el anonimato, ¿Quién se hace cargo?
Sí bien los administradores del grupo pueden ver quién está detrás de una publicación anónima, en la práctica… ¿quién actúa?. ¿Cuántos frenan el odio cuando el agresor forma parte de su tribu digital?. ¿Cuántos callan, miran para otro lado, o peor: lo justifican?
¿Privacidad o permisividad?
El anonimato, sin mecanismos claros de control y sin una cultura digital responsable, es un campo minado. Puede servir para proteger, sí, pero también para destruir. Y cuando una herramienta tiene ese poder ambivalente, la empresa que la ofrece debe asumir su parte. Facebook no puede seguir jugando al equilibrista moral: o crea comunidades seguras, o alimenta el caos con la excusa de la libertad de expresión.
No alcanza con “permitir”. Hay que cuidar. Hay que hacerse cargo. Si bien opinar sin miedo es un derecho, opinar sin consecuencias, no.
Detrás de cada publicación anónima hay alguien que quizás necesitaba hablar, pero también hay alguien que solo quería lastimar. Y cuando esa herida queda abierta, sin autor, sin disculpas… el dolor no se borra. En esas heridas sin rostro, Facebook también tiene su firma.
Contanos su tuviste alguna experiencia que te daño por la publicación d eun participante anónimo.

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