
En una nueva actualización de su diccionario, la RAE incorporó este tradicional y emblemático insulto.
Cooperativa tucumana realiza campañas electorales con inteligencia artificial con una premisa clara: usar la tecnología para conectar, no para engañar.
Actualidad19/05/2025
José María Martín
Avatares, engaños y estrategias: cuando la inteligencia artificial entra a la campaña
El video corrió como reguero de pólvora: Mauricio Macri aparecía hablando con soltura, pero algo no cerraba. La voz era casi perfecta, los gestos también, pero había una incomodidad difícil de nombrar. Era él... pero no. El expresidente lo desmintió rápidamente y anunció acciones legales. No era un simple montaje: era un producto de inteligencia artificial.
El episodio no es menor. Marca un antes y un después. Porque si bien las deepfakes ya circulaban hace rato, esta vez tocaron la puerta de la política argentina, y con fuerza. La pregunta ya no es si esto va a pasar. Está pasando.
El ingeniero Omar Rivas, experto en IA y miembro de la cooperativa Enter, lo explica con crudeza pero sin alarmismo: “Para quienes estamos en el tema, se nota. Se nota por la voz, por los detalles en la cara, por esa sensación de que algo está fuera de lugar. Pero para la mayoría de la gente, no. Solo entre el 20 y el 25% de la población latinoamericana ha usado ChatGPT. Eso deja a un 70 o 75% que ni siquiera ha tenido un primer contacto con esta tecnología. Para ellos, un video así puede parecer totalmente real”.
Y ahí está el riesgo. Porque lo que para unos es un experimento digital, para otros puede ser una verdad absoluta. Y una verdad falsa puede mover votos, odios, miedos. Puede cambiar el curso de una elección.
Lo más inquietante, dice Rivas, es el vacío legal. “¿De quién es la voz? ¿Quién tiene derecho a usarla? ¿Se puede imitar sin consentimiento? ¿Qué ley lo impide?”, se pregunta. Hoy, esas respuestas no existen. La legislación está lejos, muy lejos, de alcanzar el ritmo vertiginoso de la IA.
Pero no todo es confusión. También hay experiencias positivas, éticas, transparentes. Es el caso de ENTER, una cooperativa tucumana de Informatica e Infotelecomunicaciones que decidió ir por otro camino. Uno más honesto, más útil, más humano.
Conformada por profesionales de la comunicación política, ingenieros en sistemas y desarrolladores de IA, ENTER diseña campañas electorales más cercanas, segmentadas y accesibles, con una premisa clara: usar la tecnología para conectar, no para engañar.
“En la campaña de Cotty Thomas, en su candidatura a Diputada provicial en Metán, Salta —cuenta Rivas— creamos un avatar digital que hablaba como ella, se parecía a ella, pero lo decíamos desde el primer segundo: esta es una versión digital autorizada del candidato. Y la usamos para lo que ningún humano puede hacer solo: responder miles de preguntas, atender dudas, explicar propuestas, acompañar el proceso electoral”.
No se trata de reemplazar al político. Se trata de ampliar su voz. De hacer posible un diálogo que, en términos logísticos, sería impensado. Y sobre todo, de poner al ciudadano en el centro. Porque no hay dos electores iguales. Cada persona tiene sus propias preocupaciones, su historia, su barrio, su manera de sentir la política. Y hablarle a cada uno, de verdad, ya no es una utopía.
La diferencia entre un video falso y una campaña inteligente no está en la tecnología. Está en la ética, en el propósito. El problema no es la inteligencia artificial. El problema es cómo se usa.
Hoy, la IA puede crear monstruos. Pero también puede tender puentes.
Y en un país donde muchas veces la política se siente lejana, fría, o directamente vacía, saber que una cooperativa tucumana está trabajando para que los candidatos puedan enternder las motivaciones y preferencias de cada elector, no solo reconforta. También ilusiona.

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